El almanaque de la segunda quincena de marzo, marca el alejamiento físico de doña Rosa.
Nativa de la zona rural de Alfonso (provincia de Buenos Aires), luego se radica ciudad de Pergamino y desde allí concurría a Ferré como profesora de “Dibujo y Pintura”, instalándose en un salón propiedad de don Nicolás Masciarelli, para transmitir sus conocimientos y su pasión: el lápiz, hojas blancas, tela, óleo y pincel. Transcurrieron tres años y los aprendices se multiplicaron, por ello, el orgullo de Ferré cuando creó el “Ateneo Cultural Eduardo Albistur”, ya que la profesora estaba muy vinculada al Conservatorio del mismo nombre en Capital Federal.
Mas tarde dictó sus clases en el Oratorio Don Bosco en sus flamantes instalaciones (Hoy Salón Caritas parroquial) que se vistió de Gala con las múltiples academia:
Dactilografía; Cocina; Cortes y Confección; Tejidos; Manualidades; Dibujo y Pintura; entre otras. Por 25 años consecutivos se realizaron las ponderadas exposiciones, muestra fiel de lo realizado en cada período.
Nacía la década del “70 y allí por mas de 20 años Rosa fue profesora en la Escuela Salesiana: “Vocación; Sencillez; Sacrificio; Cumplimiento; Asistencia perfecta”, y ya la época del descanso, la jubilación pudo compartir con su hijo y familiares ya que había vivido mucho tiempo lejos de su hogar familiar.
Durante sus años de docencia viajó muchas veces chapaleando barro con su vehiculo en los pronunciados temporales, no había camino asfaltado para llegar a Ferré y en nuestro medio vivía algunos días de la semana en el domicilio de sus íntimos amigos la familia de Don Pedro Novau.
En el 2009 al festejarse los 100 años de Ferré vivió emocionada en esa “mega fiesta” recordando lo vivido en su pueblo adoptivo. Allí consolidó y confirmó la propuesta de efectuar el libro de su autoría dejando asentado “su biografía, consejos y humilde sabiduría”, ya que como todos los de esa época había aprendido: con el lápiz, cuaderno, plumón y el diccionario sin convivir con calculadora, fotocopia, Internet. Jamás amasó fortunas económicas, si abrazó el cansancio, la amistad, el sacrificio y la profunda fe en dios.
A pesar que tenia acreditado más de 80 abriles y su persona lucia con entereza juvenil logró culminar el ansiado libro, aquel trabajo que tanto le preocupaba poder editar: “Decía: No se cuando partiré de este mundo pero quiero cumplir este mi ultimo deseo”.
Aquellos que ya peinan muchas canas en Ferré te habían bautizado cariñosamente “la dibujanta”, ellos tus alumnos de todas las épocas y de tantos lugares te recordaran siempre por ser la maestra detallista en cada dibujo, pintura y las letras decorando los rotuelos en cada presentación. Que no se pierda tus valores de enseñanza y que surjan otros docentes con vocación y el cumplimiento por siempre de “Hacer los deberes bien”
Que descanse eternamente en paz.
Colaboración Daniel Scropanich