Sabemos que una de las características que más resalta en el ser humano es su vanidad, el nunca querer envejecer en apariencia, y por eso se termina recurriendo a productos que nos ayudan a parecer más jovenes (botox, por ejemplo), aún a costa de peligrosos efectos colaterales. No llama la atención entonces que la industria de los cosméticos tenga ganancias por miles de millones de dólares cada año.
Sin embargo, a pesar de la vanidad, muchas veces los progresos llevan a realmente poder mejorar la calidad de vida de las personas: cabe citar los progresos en los últimos años en el transplante de caras, por ejemplo.
Existe en Estados Unidos un instituto llamado «Instituto Wake Forest para la Medicina Regenerativa». En dicho establecimiento desarrollaron una máquina, todavía experimental, que podría definirse como una «impresora de piel». ¿Cómo? Sí, la impresora, en base a la tinta (que especificaremos de qué está compuesta más adelante), devuelve tejido vivo, que entonces podrá ser aplicado sobre quemaduras o lastimaduras, por dar dos ejemplos.
¿Y de qué está formada la tinta? De una mezcla de cosas: células de piel, colágeno, varios coagulantes. Todos estos ingredientes son expulsados de dos cabezales de la impresora, que al combinarse se unen y forman una especie de bio-resina, a la que se le aplica una nueva capa de células dérmicas para sellar la herida. Ya se hicieron pruebas efectivas en ratones, y pronto empezarán también con cerdos.
Lo que más se espera de esta tecnología es que pueda ser llevada a la guerra, para proveer a los soldados de una forma rápida de curar sus quemaduras y heridas. Sin embargo, no dudo que a medida que se perfeccione el método, estará disponible también en hospitales comunes. Y me pregunto cuánto faltará para que podamos imprimir un ser humano…
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