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    Colegio Nuestra Señora – Su 50º Aniversario – Dora Ranni

    Dora RanniColegio Agradezco a Graciela que me haya invitado a expresar algunos de mis recuerdos sobre el Colegio Nuestra Señora.
    Recuerdo que siendo casi una niña veía al Padre Juan Paris Etulain como un hombre que se imponía por su presencia y fortaleza y por ser muy laborioso y combativo.
    Un visionario de pensamiento amplio que fue capaz de emprender una obra faraónica para esa época, la de fundar un colegio secundario para todos los jóvenes de la zona que no pudieran ir a estudiar afuera.

    Tengo presente el apoyo incondicional brindado por la primera comisión Pro-edificio integrada por hombres sensatos, trabajadores y generosos. Además a las damas incansables que organizaban festejos y preparaban los vinitos de honor en los homenajes. (Algunos de ellos viven en nuestro pueblo y merecen nuestro reconocimiento).

    Una tardecita de verano el Padre Paris llegó a mi casa para inscribirme en primer año y así llegué a ser una alumna mas de la primera promoción de maestros .

    Comenzamos un grupo de un poco más de veinticinco adolescentes y egresamos tan solo diecisiete (quince mujeres y dos varones).

    Fuimos participes de la colocación de la piedra fundamental, del primer toque de campana, de inaugurar la única aula que sería para nosotros (actual biblioteca), de hacer los recreos en el baldío, entre caballetes, tablones, pilas de ladrillos, pozo de cal e higuerillas silvestres.

    Y como testigos fieles de ese momento soñado estaban los cimientos marcados, algunas placas grises y enormes colocadas verticalmente delimitando las que serían futuras aulas.

    Prácticamente vivíamos en el colegio, todos los días eran hábiles para nosotros ya que el sábado ensayábamos el cancionero religioso, limpiábamos las aulas y hasta sacábamos pequeños escombros y polvo de la construcción con carretilla. El domingo salíamos desde la escuela formados con uniforme completo (incluidos boina, distintivo y estandarte) hacia la misa.(Al ausente le correspondía doble falta).

    Para cubrir otros días libres teníamos retiros espirituales, charlas, torneos de pelota al cesto, quermeses y el infaltable festejo de la primavera en las estancias.

    No existía el celular, ni la computadora pero estábamos súper comunicados porque pasábamos juntos la semana completa dialogando.

    Estudiábamos a lo grande, la palabra fotocopia no estaba en nuestro vocabulario, teníamos tantos libros de uso diario como materias, además de otros muchos de consulta.

    El olor, la textura, las imágenes, los colores, los conocimientos y el orden en el estudio que nos daban esas páginas es imposible de olvidar al igual que sus autores.

    Y por si fuera poco no faltaban los grandes repasos de cuatrimestrales y finales para que ningún tema quedara en el aire.  Saber redactar y no tener faltas de ortografía eran condiciones imprescindibles para terminar el secundario. Hemos tenido materias de formación humanística como filosofía, teología y psicología que nos marcaron increíblemente.

    Pudimos gozar del acompañamiento de las religiosas fundadoras: Hermanas Redentor, Lucía y Elvira que fueron educadoras de excelencia y a profesoras jóvenes que nos daban clases magistrales de un alto nivel académico.(Reconocido por exalumnos universitarios).

    Fue maravilloso pasar la adolescencia en el colegio, éramos tan pocos, tan queridos y cuidados que nos sentimos aún hoy los privilegiados.

    Cuando terminé quinto año, la hermana Lucía me dijo que en marzo me quería trabajando allí y así fue, ya que permanecí hasta que me jubilé. Lo consideré mi segunda casa donde ingresé a los doce años y me retiré a los cincuenta y cinco. Trabajé con compañeras amorosas que me ayudaron a crecer y a desarrollar mi vocación.

    Si volviera a vivir los años pasados haría exactamente lo mismo sin ninguna duda, regresaría a mi colegio que me regaló lo que soy y me permitió cultivar muchas amigas que conservo hasta hoy y con las que compartí y comparto muchas alegrías .

    Es mi deseo que el colegio continúe con su quehacer profundo, su rica siembra y su compromiso cristiano.

    Cincuenta años de fecunda labor no es poca cosa. 

    ¡Benditos sean su fundador y su obra!

    ¡Feliz aniversario para toda la comunidad educativa del colegio Nuestra Señora!.

    Dora F. Ranni

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