El dolor de espalda afecta a, aproximadamente, un 10% de la población mundial en algún momento de su vida, lo que lo convierte en la principal de discapacidad a nivel global.
Sin embargo, a pesar de su alto impacto e incidencia, se ha avanzado muy poco en la prevención de esta dolencia, según los autores de un estudio que hoy publica la revista Arthritis Care & Research, consigna hoy el diario El Mundo en su edición online.
Según explican, esto se debe a que no se han identificado todos los factores que influyen en este mal. Sostienen que los trabajos de investigación a este respecto se han centrado hasta ahora en las causas que influyen a largo plazo en el dolor de espalda -como puede ser fumar o hacer poco ejercicio-, pero no en los desencadenantes a corto plazo del mismo.
De esta forma, y con una cohorte de 999 personas de 18 años en adelante, se estudiaron una serie de factores físicos y psicológicos que pueden desembocar en un episodio de dolor de espalda.
El sistema era que todos los participantes informaban de cuándo les dolía la espalda, y a partir de ese momento se les preguntaba, uno a uno, si habían estado expuestos a algunos de los factores que los investigadores habían señalado como de riesgo.
En cuanto a los factores psicológicos, los que más influencia demostraron tener fueron estar cansado o fatigado y estar distraído durante una actividad manual
Además de identificar qué hábitos de nuestra vida diaria pueden hacer que nos duela la espalda, el estudio sirve igualmente para dibujar, de alguna forma, el perfil de esta dolencia. De esta forma, sabemos que la duración habitual de un episodio de dolor es de 4,9 días, que el tiempo más frecuente desde que el paciente empezaba a sentir el dolor hasta que iba al médico es de dos días, y que la franja horaria mayoritaria para estos episodios era por la mañana, entre las siete y las 10 horas.
Con los resultados del análisis, se ha conseguido elaborar una especie de ranking de los factores que más incidencia tienen en esta complicación, a partir de lo que reportaron los participantes que recordaban haber hecho en las dos horas previas a sentir el dolor.
El orden es el siguiente: las personas a las que más le dolía la espalda eran las que habían informado de haber permanecido en alguna postura extraña anteriormente, seguido de las que habían cargado elementos pesados, quienes habían hecho ejercicio intenso, y aquellas que cargaron o levantaron a personas o animales.
Las caídas, resbalones y tropezones afectaban intensamente, pero, como estas son poco frecuentes, no aparecen entre los hábitos más directamente relacionados con el dolor de espalda.
Los participantes reportaron que el dolor iba disminuyendo progresivamente a medida que iban pasando las horas. Esto era así con todas las variables excepto con el sexo: eran más los que informaban de padecer dolor de espalda 24 horas después de haber tenido relaciones, que los que lo sentían sólo dos horas después.
El consumo de alcohol ocupaba el último de los tres puestos. Si se tienen en cuenta todos estos factores combinados, lo menos recomendable para el dolor de espalda sería cargar peso en una postura extraña o hacerlo sobre una superficie poco estable.
Los responsables del estudio hacen especial hincapié en que todos estos elementos de riesgo son directos, esto es, que el tiempo que transcurre desde que se lleva a cabo la acción hasta que llega el dolor es corto.
Señalan igualmente que todas estas acciones son modificables, y que, por tanto, podemos intentar evitarlas: «Somos conscientes de que es difícil cambiar el comportamiento humano, pero la incidencia del dolor de espalda en todo el mundo evidencia que hay que tomar medidas», enfatizan.