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    21 de Junio: Día de la ancianidad

    por Micaela Carrión

    La palabra tiene poder. Todo aquello que nombramos y el modo en que lo hacemos puede ser una semilla que haga florecer un espíritu fuerte para transitar los desafíos de la vejez o por el contrario, un ancla que le impida a las personas de edad avanzada fluir con sus años. 

    El 21 de junio de 1982 la Organización de la Naciones Unidas (ONU) realizó en Viena la primera Asamblea Internacional dedicada al envejecimiento. Desde entonces cada año se celebra el día de la ancianidad con el objetivo de promover el respeto a los derechos de los adultos mayores. 

    Actualmente en todo el mundo el número de personas mayores se acrecienta, como resultado de las mejoras en la calidad de vida (principalmente en materia de salud y alimentación) hoy son más de 600 millones de personas de más de 60 años y para el 2050 se espera que dicha cantidad se haya más que triplicado. Ante esta realidad, es imperioso poner foco en el modo en como nos relacionamos (desde el pensamiento, la palabra y la acción) con ellas y prestar especial atención al uso del lenguaje, que esconde prejuicios, discriminación y en muchos casos, microviolencias.

    foto: Micaela Carrion, Hogar de Ancianos Irene Dall Occhio

    El “edadismo” es un concepto usado para llamar a los hechos de discriminación por motivos etarios. Existen muchísimas expresiones de uso habitual que esconden ideas preconcebidas con respecto al hecho de “ser grandes”, en general siempre vistas en términos negativos. “Ya estás viejo para..” “¿Cómo te vas a vestir así?” A tu edad.. “En mi época”. Sin ir más lejos, la palabra viejo es un adjetivo calificativo que debería usarse para describir un objeto, y sin embargo, es muy común nombrar a las personas mayores como viejos en sí mismos. 

    Es cierto, “la experiencia es un peine que llega cuando nos vamos quedando pelados”, pero acaso, ¿no es esa experiencia suficiente motivo para agradecer? Gracias es la raíz de la no violencia. Contiene profundo respeto hacia el otro, humildad y una profunda afirmación hacia la vida. La persona capaz de decir gracias de manera sincera tiene un espíritu sano y vital. 

    Es urgente generar las condiciones para una convivencia amable y armoniosa. “Una sociedad que respeta a los ancianos es una sociedad que respeta a la vida humana. Y si adhiere a estos principios siempre se desarrollará y florecerá”.    

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